A veces me preguntan cosas como:
“Mamen, ¿en qué basas tu dieta? O ¿en qué basas tu estilo de vida?”
Nunca sé muy bien qué responder ya que, realmente, no sigo un patrón fijo.
Simplemente intento vivir de la forma más natural posible dentro de la sociedad actual y dentro de que vivo en comunidad, con otras personas, con sus propias formas de vivir.
Para tomar algunas decisiones con respecto a qué hacer y qué no hacer en mi día a día, a veces intento imaginarme cómo viviría una ancestra mía en el mismo sitio que vivo yo hace nosecuantos mil años. Aunque lo que nos rodea (nuestro ambiente) sea radicalmente distinto, nuestros genes son iguales. Y yo intento adaptar algunas partes de mi vida a esos genes que sé que me componen.
Entonces, me imagino a mi tatara tatara tatara tatara abuela y pienso lo que ella comería, y lo que ella haría en su día a día, sus rutinas, o algunas cosas así.
Aunque hay diferencias evidentes, intento extraer patrones o actividades beneficiosas, dado que
mis genes son idénticos a los de mi tatara tatara tatara tatara abuela.
Y una de las cosas que creo que esa Mamen del pasado haría es, sin duda, caminar.
Caminar, simplemente, andar.
Correr, por ejemplo, es algo que probablemente no haría o haría muy raramente. Si lo hiciera, quizás serían más bien carreras cortas y rápidas.
Pero, ¿andar? ¿moverse? Probablemente esa Mamen del pasado caminaría bastantes kilómetros al día, para ir en busca de alimentos, agua, elementos para protegerse, hacer armas, hacer ropas, trasladarse de un sitio a otro…
Además, es muy probable que en muchos de esos desplazamientos cargase peso, ya fuese de algún hijo o de lo que recogiese durante el paseo.
Y bueno, dejando ya de hablar de esa Mamen de la prehistoria, espero que haya quedado claro el mensaje:
evolucionamos para andar y nuestros genes evolucionaron y se desarrollaron en un ambiente en el que caminar era la actividad más frecuente y el movimiento estaba a la orden del día.
Y es por todo eso que andar es una de mis rutinas más arraigadas, y es una actividad que intento incluir cada día en mi vida.
Y si bien, en el pasado no caminaba por los mismo motivos por los que elijo hacerlo hoy, es seguro que daba muchos más pasos al día de los que doy hoy.
Suerte que no existían los cuentapasos para dejar constancia de ello…
Decía más arriba que “evolucionamos para andar”.
No quiero entrar en detalles del lenguaje ni en si “evolucionamos para…” o “la evolución nos permitió…”.
Lo que está claro es que es que nuestra especie evolucionó, entre otras cosas, gracias a su capacidad de caminar.
Cuando éramos nómadas, poder recorrer grandes distancias a pie nos permitió expandirnos y cambiar de ubicación cada poco tiempo.
No hemos evolucionado para correr mucho ni muy rápido, en comparación con otros animales, pero sí que tenemos una resistencia y una capacidad de caminar muy superior.
Es por ello que teníamos éxito cazando (cuando lo teníamos). Éramos capaces de agotar a los animales que perseguíamos gracias a nuestro caminar.
Las 8-10 horas que muchos de nosotros pasamos hoy sentados frente a un ordenador o en el sofá… nuestros antepasados las pasaban en movimiento. Y, cuando podían, descansaban.
Como contaba en mi entrada “Naturalmente activos, evolutivamente vagos”, el movimiento era algo necesario para nuestra supervivencia mientras que el descanso era algo que había que buscar y que nuestro cuerpo nos tenía que pedir.
Y a día de hoy no necesitamos movernos para sobrevivir (o eso pensamos), pero nuestros genes siguen programados para potenciar el descanso.
Y por eso sentimos pereza y sentimos una fuerza muy fuerte que nos empuja hacia el sofá en lugar de hacia el gimnasio.
Lo bueno de todo esto es que solo con caminar puedes mejorar tu salud y prevenir el envejecimiento de tu cuerpo y de tu cerebro.
Y es que algo tan sencillo como caminar, tiene una repercusión enorme sobre nuestra salud.
Caminar despacio, por ejemplo, se asocia con mayor mortalidad a corto plazo.
Así es: la velocidad a la que caminamos se correlaciona con la salud de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro. La buena noticia, según explica Marcos Vázquez (uno de los divulgadores sobre ciencia y salud que más admiro) en su libro Vive más, es que la velocidad al caminar no es solo un reflejo de nuestro estado de salud sino que puede tener un efecto en él.
Es decir, caminar más y más rápido ralentiza varios marcadores de envejecimiento.
El movimiento es el mejor antídoto para el envejecimiento.
Aunque el entrenamiento de crossfit o de fuerza puede no ser accesible para todos y a cualquier edad, andar es la actividad mínima que todos deberíamos ser capaces de incorporar. (Entendiendo que no haya una lesión, patología o impedimento, claro).
Me refiero a que, para todos esos afortunados y afortunadas que gozamos de una salud lo suficientemente buena como para poder elegir entre sentarnos el sofá o salir a dar un paseo, andar es la actividad mínima que todos deberíamos ser capaces de incorporar en nuestro día a día.
Creo, y esto es una reflexión personal, que es fácil tomar decisiones “vagas” y difícil tomar decisiones que requieran cierto esfuerzo cuando aún no vemos la necesidad de tomar estas segundas.
Sin embargo, la salud de la que gocemos al final de nuestra vida depende de esas decisiones pequeñas que tomamos, o no, a lo largo de nuestra vida.
Por ejemplo, caminar 8000 pasos al día es fácil. Decidir hacerlo, no tanto.
Está comprobado científicamente que el número de pasos que caminamos al día se relaciona con la tasa de mortalidad.
Además, el impacto del número de pasos que damos es mayor en las franjas “más bajas”.
Es decir, pasar de 1000 a 2000 pasos al día tendrá un efecto mayor que pasar de 3000 a 4000, y esto a su vez un efecto mayor que pasar de 4000 a 5000 pasos al día.
En cualquier caso, los estudios demuestran que dar unos 8000 pasos al día es suficiente para obtener la mayor parte de los beneficios de esta actividad y que a partir de ahí, los beneficios existen pero su impacto es menor.
Caminar 8000 pasos al día mejora la salud y previene el envejecimiento, tanto física como mental.
Cuando veo a mis dos abuelas, algo se me mueve por dentro. No son capaces de andar más de 10-20 metros. Y tardan en recorrer esa distancia varios minutos.
Siempre me pregunto, “si hubieran empezado, aunque sea a caminar 8000 pasos al día hace 30 años, ¿sería hoy distinto?”
Pues todos los estudios científicos, con personas de distintas edades, apuntan a que sí. A que sería distinto.
A que nunca es tarde para empezar y solo el hecho de caminar más a diario puede tener efectos determinantes en el estado de salud y el envejecimiento.
A mí me preocupa mucho la vejez.
Y a día de hoy, realmente no necesito “para nada” (a nivel puramente pragmático) un paseo de 1 hora al día.
Sin embargo, cuando salgo a pasear, siento que una parte de ese paseo no la estoy dando por mí. La estoy dando por mis hijos y por mis nietos, y por el tiempo de calidad que quiero poder pasar con ellos.
Así que, no esperes más.
Ponte a andar. Tu cuerpo lo notará, tu mente también, y las personas que te quieren, también.
Gracias por leer.
Marcos Vázquez, 2023, Vive más. Reduce tu edad biológica, aumenta tu vitalidad. Ed. Grijalbo.
Paluch et al., 2022, Daily steps and all-cause mortality: a meta-analysis of 15 international cohorts, The Lancet.
Marcos Vázquez, 2018, Fitness revolucionario. Lecciones ancestrales para una salud salvaje. Ed. Oberon.
Yuval Noah Harari, 2015, Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad. Ed. Debate.