Hace no mucho viví una historia curiosa que puede que fuese la gota que le faltaba a mi vaso para lanzarme a este proyecto.
Os cuento brevemente:
Estaba en la playa, en el rincón que suelo elegir para meditar, y se me acercó un señor al que había visto ya alguna vez practicando yoga y meditando en la playa también. Calculo que tendría unos 60 años.
Me preguntó si yo era la que solía sentarse ahí a meditar y, al decirle que sí, me dijo que se había acercado a comprobarlo porque le alegra mucho ver a personas jóvenes meditando.
Entonces, me contó que él lleva meditando más de 40 años y que siente una profunda preocupación por la sociedad actual, sobre todo por los más jóvenes.
"Cada vez se vive más fuera de uno mismo" me dijo.
Y nos pusimos a charlar sobre los beneficios de la meditación y la falta que hace en la sociedad occidental actual.
Escucharle fue un privilegio.
Me contó cómo él había conocido la filosofía budista a raíz de que cayera en sus manos el libro Siddhartha de Hermann Hesse cuando era adolescente. Me dijo que entonces no entendió nada del libro, pero que fue una semilla que luego le ha llevado a dedicar parte de su vida a la meditación.
Recuerdo cómo dibujó en la arena un circulo y dijo: “esto representa el ser de cada uno”, y empezó a pintar círculos concéntricos alrededor de este diciendo que esas eran las capas que añade la sociedad actual: televisión, internet, modas, redes sociales… “Esas capas nos alejan cada vez más de nosotros, y nos hacen vivir en una especie de desconexión”.
Después de filosofar un rato, compartió conmigo un principio budista que me tocó en lo más profundo:
Las 3 fases en el camino espiritual
Fase de la cueva
En esta fase, me contó, uno empieza a buscarse a sí mismo.
Se van identificando factores que nos alejan de esa búsqueda y se van eliminando. Es como si nos metiésemos en una cueva, y cortásemos de raíz con todo aquello que nos descentra, nos distrae, nos aleja. Controlamos el medio que nos rodea para poder centrarnos en el autoconocimiento, en la escucha, en la atención al presente. Aplicado a la vida moderna, me explicaba, es un momento vital en el que empiezas a ser consciente de que el ritmo de la sociedad te aleja de tu autoconocimiento y de la paz anhelas y buscas. Al ser consciente de que algunos factores del ritmo de vida son incompatibles con el camino que estás eligiendo, debes cortar con ellos, para poder avanzar. Ejemplos de eso son cosas tan comunes y cotidianas como el alcohol, el comer demasiado, los ultraprocesados, los programas de televisión, algunas “amistades”, las redes sociales, los horarios establecidos, los hábitos sociales…
Fase del cementerio
Esta es la última fase. La fase que solo es accesible para unos pocos “iluminados”, me decía.
Aquí, ya no nos conformamos con exponernos al valle, sino que vamos voluntariamente a buscar la incomodidad. Nos exponemos a situaciones, personas, factores… que sabemos que nos resultan difíciles o desagradables para fortalecernos más aún. Es una fase en la que ya no dejamos que el medio nos sorprenda o nos ponga a prueba sino que somos nosotros los que activamente lo buscamos.
Fase del valle
Esta fase viene después de la fase de la cueva. Después de un periodo en el que se han puesto límites al entorno de manera voluntaria para protegernos y tener el hábitat perfecto para ese proceso de trabajo, autoconocimiento, centramiento y aprendizaje, toca volver a salir al mundo.
Salir de la cueva y volver al valle representa la vuelta a la exposición a todo aquello que decidimos eliminar ya que suponía un impedimento para nuestro propio desarrollo. Sin embargo, ahora somos distintos. Todo eso que antes nos afectaba ahora no consigue hacerlo. Es como si, después de todo el trabajo hecho en la cueva, fuésemos ahora inmunes a los disruptores de paz que nos rodean. En esta fase nada consigue romper el equilibrio que se ha conseguido.
No puedo describir con palabras lo afortunada que me sentí después de esta pequeña masterclass que recibí en aquella playa esa mañana.
Le dije que yo creo que estoy entrando en la cueva.
Que estoy en un momento vital en el que estoy siendo cada vez más consciente de cómo quiero que sea mi vida y de que necesito trabajar la presencia y priorizar mi bienestar por encima de los convenios sociales.
Él me dijo que ya está en el valle.
Y nunca se me va a olvidar la serenidad con la que dijo aquello. Era evidente que llevaba una vida larga de trabajo en si mismo y que, efectivamente, ahora estaba en paz. Me comentó que prácticamente nada consigue sacarle de su estado de serenidad y su estabilidad. Que ha aprendido a aceptar todo lo que venga y a centrarse, sencillamente, en vivir el momento presente y todas las cosas que este le traiga.
Me pareció sencillamente maravilloso.
Y por si toda esta transferencia de conocimiento fuera poco, me ofreció guiarme una meditación. Por supuesto, accedí. Creo que nunca he sentido una mayor sensación de conexión con el presente.
Durante unos minutos, fui totalmente consciente del instante que estaba viviendo.
Gracias por leer.
Mamen