En este artículo quiero tratar un tema sobre el que cada vez se habla más y que creo que incluso se está poniendo de moda, pero que como con casi todo, se nutre más de eslóganes y falsas creencias que de lo que realmente es y no es.
Y me refiero a la meditación. Uno de los pilares de Un paseo por el bosque.
Antes de empezar, me gustaría hacerte una pregunta:
¿Qué es (para ti) meditar?
Quizás no quieras dedicar mucho tiempo a elaborar una respuesta pero, si te apetece, te invito a que lo hagas y a que te cuentes, aunque sea mentalmente, qué es para ti eso de meditar o qué ideas preconcebidas tienes al respecto.
Si has meditado alguna vez, quizás prefieras definirlo desde tu propia experiencia y no tanto desde “lo que se supone que tiene que ser meditar”.
Y digo esto porque, en mi caso, antes de profundizar en este mundillo, tenía esa idea de que meditar es dejar la mente en blanco.
A día de hoy me doy cuenta de que eso es como decir que aprender técnicas de respiración es dejar de respirar.
La mente piensa. El corazón late. Los pulmones intercambian aire.
Así que si pensabas que meditar es una manera de intentar dejar la mente en blanco, lo siento, pero no lo es. Si esto ha roto tus esquemas y ya no te interesa meditar, lo entiendo, no hace falta que sigas leyendo. Pero si esto te genera curiosidad, en este artículo vas a poder aprender alguna que otra cosa sobre eso que llevas encima de tus hombros y que funciona 24/7, te des cuenta o no.
La mente piensa
Empezar a meditar es difícil.
En mi caso, creo que lo más duro fue darme cuenta de esa voz en mi cabeza.
Porque la voz llevaba toda mi vida ahí.
Pero meditar fue como el interruptor que dio la luz para empezar a verla.
Y no, no penséis que estoy loca, con “esa voz” me refiero a esa conversación mental que tengo conmigo misma.
Que probablemente tú también tienes contigo.
Nuestra mente tiene la capacidad de tener conversaciones consigo misma, en silencio. Esas conversaciones a veces vienen en forma de imágenes y otras en forma de frases mentales, como si estuviésemos hablando con alguien.
Y eso no solo es normal, sino que es inevitable.
La mente piensa, igual que el estómago participa en la digestión y no es posible evitarlo.
A no ser que haya una patología, claro.
Darme cuenta de esto fue un alivio cuando empezaba a meditar, porque dejé de culparme cada vez que me veía inmersa en mis propios pensamientos durante las sesiones de meditación.
Así que, primer apunte que debes sacar de este texto: que tu mente piense es lo normal. Con la meditación no pretendemos ni silenciar ni eliminar esas voces, imágenes o palabras que aparezcan sino que buscamos verlas.
La mente se da cuenta
Y no solo la mente está ahí para pensar, sino que otra de las increíbles capacidades de nuestra mente es la de darse cuenta.
Podemos darnos cuenta de que estamos pensando, podemos darnos cuenta de que estamos soñando despiertos, de que estamos imaginando, de que estamos recordando sucesos, conversaciones, momentos…
Por mucho que estemos intentando aquello de “dejar la mente en blanco”, tenemos la capacidad de darnos cuenta de que estamos mentalmente haciendo la lista de la compra o ensayando la conversación para pedir un aumento de sueldo.
Si alguna vez has intentado meditar, seguro que te has encontrado con ese “darte cuenta”, ese momento en el que dices “ufff pero si estoy en las Bahamas y debería estar con la mente en blanco” ese, exactamente ese momento, es lo que pretendemos con la meditación.
Porque lo que se entrena con la meditación, luego aplica a la vida, al día a día.
¿Alguna vez has pasado varios minutos buscando algo que hace un segundo tenías en la mano? o ¿Has ido al supermercado a por algo y has vuelto con un montón de cosas pero sin ese algo?
Nuestra capacidad de darnos cuenta es algo que se puede entrenar y que nos puede ayudar, día a día, a atender mejor a nuestros hijos, a perder menos tiempo intentando recordar cosas o a que no se nos olvide durante varios días seguidos comprar papel higiénico para casa…
En ese momento de “darse cuenta” ocurre una cosa. Bueno, ocurren muchas. Pero hay una particularmente importante: la consciencia. En ese momento de darnos cuenta hacemos consciente esa película mental, eso con lo que la mente está bailando.
En ese momento prestamos atención y estamos en el presente.
Y eso es lo que se busca con la meditación.
No es dejar la mente en blanco. No es silenciar los pensamientos. Así que, segundo mensaje del día de hoy: meditar es darse cuenta y estar con lo que hay momento a momento.
Es simplemente darse cuenta de lo que hay en la mente, y en el cuerpo, en cada momento.
Así que, segundo mensaje del día de hoy: meditar es darse cuenta y estar con lo que hay momento a momento.
La mente se entrena
Ahora que ya sabemos que pensar es la tarea natural de nuestra mente y que tenemos la capacidad de darnos cuenta y atender, podemos empezar a hablar del entrenamiento que podemos perseguir con la meditación.
Como hemos visto, prestar atención es una de las capacidades de nuestra mente y, sin atención, no podemos conseguir otras cosas como la memoria o la concentración.
¿Conduces? Pongo este ejemplo porque es el más sencillo, pero puedes imaginarte también en cualquier actividad que hagas de manera rutinaria.
¿Te ha pasado alguna vez que has llegado de un punto a otro y no eres consciente, por ejemplo, de cuántas veces has puesto el intermitente?
O, ¿has pasado por un radar por el que pasas habitualmente pero no recuerdas si has frenado?
La respuesta, casi con total seguridad, es que sí.
Porque nos pasa a todos.
Porque ir en piloto automático es otra de las capacidades que tiene el cerebro, y es necesaria para sobrevivir.
Del piloto automático, hablaré en otro momento pero, como ves, ir en piloto automático hace que nos perdamos algunas cosas de la vida. Y si son cosas como cambiar de marcha o poner el intermitente, ni tan mal.
Pero, ¿y si nos perdemos las primeras palabras de nuestros hijos? ¿y si nos perdemos las preocupaciones de nuestra pareja? ¿y si perdemos las llaves?
Estar en piloto automático y con la mente ausente y viajando por esos paisajes mentales hace que generemos menos recuerdos y que, en definitiva, vivamos menos.
De manera opuesta, entrenar esa capacidad de darnos cuenta y de atender, puede ayudarnos a vivir de una forma más plena.
Así que, tercer mensaje: meditar nos ayuda a estar, con el 100% de nuestra atención cuando se requiere, y a vivir plenamente el único momento que realmente tenemos: el momento presente.
La mente juzga
Para acabar, no quería dejar de mencionar esta pequeña capacidad que tiene nuestra mente de ser jueza de todo. De valorar y puntuar cada cosa que detecta, como si la vida fuese una competición.
Y esto tiene cierto sentido evolutivamente hablando ya que, efectivamente, la vida era una competición por vivir.
Pero a día de hoy, ya no lo es. Pero nuestra mente juzga igual.
Y lo hace tanto con los demás como con nosotros mismos.
Si has intentado meditar alguna vez, probablemente has vivido en primera persona esos comentarios hirientes y negativos que te suelta tu propia cabeza cada vez que se da cuenta de algo y decide que “eso no es lo que deberías estar haciendo”.
Si no has intentado meditar, seguro que puedes encontrar a tu mente juzgando en cualquier otro ámbito.
Y ojo, que los juicios no son siempre negativos. La mente también tiene capacidad de decir piropos.
En cualquier caso, llevándomelo a la meditación, es fácil que la mente sea “cruel” con nosotros cuando estamos empezando a indagar en eso de sentarnos en silencio a prestar atención.
Y acabamos con el cuarto mensaje del día de hoy: tanto si intentas meditar en algún momento como si no, ojo con los juicios de la mente. Solo son juicios, y vivir en base a ellos suele traer problemas.
Gracias por leer.
Mamen
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